Tuesday 18 May 2010

A VECES...

-Las palabras nunca fueron su fuerte-me confiesa.
Me gusta agarrar su mano, sentarme junto a ella y acariciarla. Desde que recuerdo me ha encantado acompañarla, compartir sus silencios o escuchar sus historias.

-Amaba su trabajo, ¿sabes?-me dice con la mirada perdida.
Ella siempre había conocido el lugar que ocupaba en su corazón y a pesar de todo, seguía esperándole, sin llevar la cuenta del tiempo, sabedora de que tarde o temprano el volvería.
A veces me pregunto si, mientras se pierde entre los recuerdos, no piensa que tal vez sea hora de ir junto a él. ¡Le echa tanto de menos!

-No tenía sentido pelear, conversar era algo que apenas hacíamos... pero sentir, esa era otra historia-me susurra.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Quizás aquel fuera el secreto que los mantuvo unidos.

Una noche, en que regresaba agotado como siempre, ella se sentó a su lado y le preguntó si se había acordado de comer. Nunca entendió cómo, algo tan necesario, no era importante para él. Algunos días ni siquiera había bebido un simple vaso de agua.

Su respuesta fue otra de aquellas miradas que él le regalaba siempre que necesitaba excusarse sin encontrar las palabras. Una que decía: "así soy yo, ya me conoces".

Me cuenta hoy que fue entonces, aquel mismo día, cuando entre ellos nació otra de sus costumbres. Ya no era sólo ella, sino una cerveza fresquita y algo para acompañarla, quienes le esperaban cada noche en casa, fuera la hora que fuera.

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