Thursday 27 May 2010

EL MAESTRO.

Mar no paraba de remover su descafeinado lentamente mientras miraba sin parar el líquido girar. Sentadas en la misma cafetería de siempre yo la observaba preguntándome cuanto tiempo necesitaría para que el silencio se rompiera y sus palabras comenzaran a brotar.
Era una mujer hermosa y segura, aunque en aquellos momentos me pareciera indefensa y débil.
El tiempo pareció detenerse hasta que por fin escuché su primer suspiro, que fue seguido de un, jamás le olvidaré, el me enseñó todo lo que se, estoy perdida sin él.
Yo ya sabía lo que venía a continuación, nuestros cafés se enfriarían mientras ella me recordaba lo mucho que le había amado. Eran ya demasiadas tardes escuchando detenidamente las virtudes de aquel hombre que ella consideraba su mejor maestro.
-No había sido mujer hasta que no le conocí Ana, entiéndeme, tienes que entenderme.
En el fondo no sabía muy bien si ignorarla o sentir pena por ella.
Mar siempre había sido una mujer decidida, implacable. Siempre la admiré. Sabía lo que quería, cómo y cuando.
El sexo no tenía secretos para ella, se mofaba de disfrutar más que ninguna, especialmente de cosas que las demás nos pensábamos sacadas de sus propias fantasías, porque nos parecía que no podían ser verdad. Meras imaginaciones suyas. Seguramente exageraciones.
Era la envidia de todas las amigas.
Su voz me sorprendió cuando entre sollozos y para mi sorpresa me confesaba que él era todo lo que ella siempre había querido.
Si yo no recordaba mal estábamos hablando de aquel chico que ella había tratado con indiferencia, aquel que había ignorado y utilizado, con el que había jugado todo lo que había querido consciente de que no se permitiría a si misma enamorarse.
Hasta que entre juego y juego, como ella misma siempre me contaba, él comenzó a enseñarla, se erigió maestro en el arte de despertar su cuerpo. Amplió sus horizontes descubriendo un nuevo mundo ante sus ojos. Le juró que lograría que ella sintiera su calor aún sin que sus pieles se rozaran, le prometió que despertaría todos y cada uno de los poros de su ser, que con él aprendería a disfrutar de placeres tales como sentir su lengua recorrer todo su cuerpo y viceversa, o el abrasador placer de sus cálidas manos. Le enseñó el arte de disfrutar hasta perder la noción del tiempo siendo consciente de su naturaleza y la de él, instintos naturales dormidos que el despertó.
¿Cuándo había sido el momento en que Mar dejó de considerarle loco para poco a poco ir entregándose?
Ya no importaba. Él había decidido partir en busca de una nueva alumna, otra a quien enseñar todas sus artes.
- Me dijo que ya no tenía más que enseñarme, que debía dejarle partir y ser feliz-me decía Mar en aquel instante.
Me sorprendí a mí misma diciéndola:
- Mar, amiga, tienes que olvidarle, ya verás como pronto conocerás a alguien que te hará feliz y entonces todo tendrá sentido para ti.
Y en aquel momento no pude evitar que una punzada de culpabilidad me recorriera por completo. Jamás tendría el valor de confesarle a Mar que fruto de todas nuestras conversaciones compartiendo sus intimidades mi deseo por conocer a su maestro había sido tan intenso que, desde hacía días, yo me había convertido en la nueva alumna.

LA INMENSIDAD DE LA NADA.

Tres meses era el tiempo que hacía que Sofía se había quedado sola.
Apenas comenzaba a acostumbrarse al silencio de la casa cuando llegaba
de trabajar, al hecho de no poder hablar con él por teléfono, pasear o cenar juntos o a la certeza de saber que ya no volverían a verse.

Se había dedicado casi por completo a su trabajo en cuanto arregló los últimos papeleos necesarios y se decía a sí misma todos los días al despertar que tenía, como fuera, que continuar con su vida. Una vida que se le antojaba extraña sin él a su lado.

Eran apenas las siete de la mañana cuando sintió la necesidad de amar y ser amada. Podía sentir la calidez de su propia humedad. Sin duda estaba soñando, llevaba un rato medio despierta y quería que todo fuera real, que él estuviera de verdad allí, que las imágenes que inundaban su mente de ellos haciendo el amor al despertar no fueran tan solo recuerdos… de su sonrisa, retazos de sus bromas o de la manera que tenía de recorrer su cuerpo… del roce de su mano y el escalofrío que la hacía estremecer al recorrerla cuando sus dedos jugaban con su clítoris entre muchas otras.

Un recuerdo trajo otro, una sensación fue provocando otra y lentamente y con suavidad inició un diálogo que ella misma respondía y contestaba evocando uno de tantos que ellos habían mantenido en la intimidad, abrazados bajo el calor de las sábanas, disfrutando del frescor de la mañana que se colaba por la ventana.

Su mano era la de él y aunque fuera imposible, por un instante, volvieron a amarse. El dulce orgasmo que la sorprendió envolviéndola en un fuego abrasador, dejándola llena de deseo y a la vez relajada por primera vez en bastante tiempo, fue tan maravilloso como en los viejos tiempos.
Fue en ese momento cuando Sofía comenzó a llorar. Lloraba desconsolada por todo y por nada, lloraba desolada sin comprender la injusticia de la vida al dejarla viuda tan joven, lloraba por no creerse capaz de seguir adelante sin él y por mil cosas más.


Perdida en la inmensidad de la nada, envuelta en sensaciones y recuerdos, volvió a quedarse dormida mientras pensaba que, fuera como fuera, volvería a ser feliz.

Tuesday 25 May 2010

EL ÉXODO.

Ella lloraba desconsoladamente y yo no era capaz de articular palabra. Recuerdo el cálido abrazo, el silencio compartido y la sensación de rabia e impotencia. Intentaba ponerme en su lugar, pero me era sencillamente imposible.
Era su hijo el que partía para España y aunque a mí me pareciera una buena oportunidad para labrar su futuro y prosperar , el dolor de ella estaba profundamente arraigado.

Sollozando lamentaba el éxodo constante en su familia a través de las generaciones pasadas y según ella temía, futuras.

Silencio, porque habría sido estúpido por mi parte intentar alegrarla contándole cuán diferente era tener que dejar tu país ahora que cuando sus antepasados habían llegado a aquellas tierras. ¿Acaso serviría de algo contarle que hoy existen los mails, el Messenger, las webcams y demás? Insistía en que la vida se lo quitaba, pero jamás perdería la esperanza de que el bebé que su nuera pariría en España quisiera volver a sus raíces.

Algo más tranquila y compartiendo un delicioso mate dulce de los que ella siempre preparaba volvió a contarme como sus abuelos habían llegado, sin nada, partiendo de España, para intentar dar una vida mejor a sus hijos, al hoy pintoresco barrio de La Boca, que no era así cuando ellos llegaron, aunque sí había sido la cuna de la felicidad para ellos y había logrado integrarlos entre los Bonaerenses de entonces.

Italianos, Españoles, incontables europeos que habían sido acogidos por los Argentinos y a los que Buenos Aires convirtió en Argentinos en la misma medida que ellos habían convertido Buenos Aires en una ciudad Europea.

Nadie había sido racista en aquel entonces, todos más o menos habían prosperado, habían fundado empresas con su arduo trabajo.

Lloraba nuevamente... me miraba desconsolada, aquella mujer que rondaba los 60 años y me había adoptado de hija a mi llegada a Buenos Aires y yo a ella de abuela de mis niños, provocaba en mí un profundo sentimiento de culpa.

Yo que había ido a visitarla aquella tarde con la intención de comunicarle que debido a todos los problemas, los secuestros, los robos, la inseguridad habíamos decidido regresar a Madrid tuve que guardarme mis palabras.Ya encontraría el momento adecuado.

Pero entonces comprendí que nuestros éxodos eran completamente diferentes, eso era lo que provocaba en mí aquel sentimiento, él buscaba un futuro mejor en unas circunstancias extremas, se marchaba tal y como un día sus antepasados se marcharan de España, pero a mi me constaba que él no sería recibido por nuestros compatriotas con los brazos abiertos como otrora hicieran los argentinos con los inmigrantes europeos.

Tristeza y vacío, dolor y sufrimiento... yo sabía que tendrían que enfrentar muchas cosas en su nuevo hogar, a pesar de ser afortunado por tener pasaporte español, porque en el momento que abriera la boca... sería un argentino más en España, de aquellos que huían como ratas de su país, con toda la mala fama que los acompañaba. Poco importaría que en Buenos Aires fuera director de la empresa familiar.

Todo lo contrario a mí, una española regresando a su tierra, que había tenido la fortuna de viajar y que pronto se sentaría en una cálida oficina para realizar un trabajo que había conseguido no por sus estudios universitarios, que no había querido seguir, sino por entre otras cosas ser una española rara con una larga historia de éxodos voluntarios y deseados en los que había aprendido idiomas.

Han pasado cerca de 8 años desde entonces, efectivamente el hijo de Veruca no logró prosperar en España, pero regresó a su Argentina natal tras el corralito, cuando las cosas comenzaron a estabilizarse de nuevo, y vive feliz con su mujer y su hijo dentro de las posibilidades que les ofrece su país.

Veruca, fue una abuela postiza y me adoptó de hija cuando yo no conocía a nadie y jamás dejó de serlo. Hoy tanto ella como yo soñamos con el querido reencuentro...

Porque a veces aunque nos marchamos de un lugar, nunca nos vamos del todo.

EL ENIGMA

¿Y cómo llegó esa cruz al mapa? Preguntaron...

Veréis, os contaré...

- Y el canto de las sirenas nos poseyó a todos. Peleábamos fieramente unos y otros y terminamos hundiendo el navío en las profundidades del mar. Sólo yo encontré la manera de salvarme.

Las enigmáticas palabras del moribundo recién recogido del océano como escupido de sus profundidades en medio de la nada, le atraparon aún antes de ser pronunciadas.
Se retiró a su camarote y junto a su vieja amiga y confidente se dedicó a estudiar el mapa.
¿Sería cierto? ¿Sirenas? ¿En su Mar? ¿Aquel que él conocía como la palma de su mano?
Su amiga la botella de ron le acompañó los escasos metros que separaban el escritorio del camastro. Había sido una jornada larga y agotadora, se dejó caer con las botas puestas y en sueños zarpó en busca de las sirenas malditas.
Los ruidos y gritos le despertaron. Aún mareado subió a cubierta en un par de zancadas y lo que vio le pareció un esperpéntico juego de su imaginación, producto de su media borrachera.
Sus hombres no peleaban ni siquiera unos contra otros, sino que se abatían cada cual a sí mismo, mientras sonaban hermosos cantos en el aire que envolvían junto a la densa niebla el barco.
En vano gritó, intentando poner orden. En ello estaba, cuando ante sus ojos se materializó salida de la nada la más hermosa de las mujeres. El viejo diablo situó su afilada espada entre ambos mientras se juraba maldiciendo que no se dejaría engañar. El mar no había podido con él en todos aquellos años y menos podría una mujer.
Durante el tiempo que llevaba en cubierta gritando y mirando a sus bravos hombres descubrió el secreto de las sirenas, la respuesta al enigma del moribundo. Supo que si sus pieles se tocaban o tan solo rozaban con la de aquellas apariciones, la locura haría presa de ellos. Como pudo se lo hizo saber a los pocos hombres que le quedaban con vida y a filo de espada, unidos y con el miedo impregnado en el alma, sacaron el maltrecho navío de la niebla, camino de mar abierto, la libertad.
Alejándose para siempre de ellas.
Así fue como la cruz roja marcó para siempre el hogar de las sirenas malditas en el mapa.
-Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh sonó en la habitación cuando el abuelo terminó de contar la historia.
Con una sonrisa besó a sus nietos en la frente, consciente de que aquella noche, ellos navegarían en sus sueños cual bravos piratas por el ancho mar.

EL VIDRIO

Soñaba el artesano intensamente, quizás recordaba el día pasado, la colocación de su última creación en la hermosa cúpula, o el atardecer en aquel mágico lugar donde la unión entre la naturaleza y lo divino era casi perfecta.

Enfrentaba ahora un incierto futuro, su vida cambió mucho desde que dejó Persia. Todos temían que su país fuera invadido por los turcos Otomanos. Un nuevo lugar donde progresar y ser feliz, era cuanto deseaba. Cuando aceptó aquel trabajo en el reino de Granada le pareció haberlo encontrado. Hoy ya no estaba tan seguro.

Aún dormido, se sobresaltó al escuchar fuertes golpes, por un momento soñó que sus creaciones caían todas contra el piso haciéndose añicos. Agradeció a Alá, al darse cuenta de que los ruidos en realidad venían del exterior de su casa.
Alguien llamaba insistentemente. ¡A buenas horas me buscan! Pensó, mientras caminaba adormilado hacia la puerta y gritaba ligeramente malhumorado: ¡Ya voy! Sus ojos, aún entrecerrados, despertaron al instante al identificar a la persona que llamaba.
Era uno de los guardias personales del sultán.
¡Vístete deprisa, el mismísimo Sultán te reclama ante su presencia! le dijo.

Salió lo antes que pudo, nervioso, recordando aún su sueño y divagando sobre lo que podría haber ocurrido para que su señor, el sultán Mohamed V, le mandara llamar a esas horas de la madrugada.
Durante el corto trayecto que separaba su residencia del Palacio e imaginando lo peor, recordaba a su padre. Casi podía escucharle relatar de nuevo, orgulloso, cómo el vidrio había sido descubierto. Unos marineros fenicios, vertieron sin querer nitrato potásico sobre la arena de una playa rica en sílice y ante sus sorprendidos ojos éste se convirtió en una lámina traslúcida al instante. Los vitrales no tenían secretos para él, conocía las técnicas que le permitían superponer dos capas de vidrio sobre un fondo incoloro para aplicar un revestimiento de color. Metales diluidos y poco más, un secreto para muchos, conocimiento heredado para él.
En esos momentos pensaba en tiempos lejanos, cuando aprendía que la luz es el símbolo de la unidad divina, que su trabajo era simplemente transformar la materia que estaba modelando en una vibración luminosa y no otro.

Con sus juegos de colores, lo que él había intentado plasmar era cómo los varios elementos decorativos se modificaban al recibir la luz reflectada a través de sus vidrios.
Comenzaba a dudar de que la elección de los colores hubiera sido la acertada, siquiera las formas…

¿Qué pasaría si el sultán al sentarse en su trono, con su reino por testigo, no disfrutara del conjunto que para sus ojos había creado?
Perdido en aquellos pensamientos, sin darse cuenta, atravesaba ya el Patio con la Fuente de los Leones y se acercaba al salón donde se encontraba el mirador de la cúpula.
Vio al sultán, su señor, sentado en el piso, a la altura del ventanal y observando atentamente su trabajo. Supo a ciencia cierta que el Sultán tenia ya su opinión y que nada podía hacer o decir para cambiarla, en el último instante antes de que su soberano se incorporase para hablarle, se encomendó a Alá esperando que las palabras que salieran de su boca fueran buenas para él.

Artesano, dijo el Sultán, nunca antes mis ojos habían contemplado tanta belleza, ni había la luz coloreado a su antojo mi persona para mi deleite. Te hice llamar para agradecerte semejante regalo. Desde hoy serás Maestro vidriero de mi reino, crearás una escuela donde otros puedan aprender. Puedes retirarte.

Maestro vidriero, mi propia escuela… abandonó el hermoso Palacio tras agradecer a su majestad la recompensa y sonrió feliz al amanecer, mientras su pensamiento viajaba en el tiempo y el espacio a su tierra, a su padre, a quien estaría eternamente agradecido por todo lo que le había enseñado, el arte del vidrio.

Cuenta la leyenda que desde entonces el Mirador de la Daraxa se convirtió en el lugar favorito de retiro del sultán, donde se deleitaba escuchando música, mirando el Albaycín, acompañado de su favorita. El lugar donde la sensualidad de la Alambra, cobraba vida.

LA PRIMERA IMPRESIÓN

Alberto tiene un amor. Quien le conoce de siempre lo sabe, quien le conoce poco, simplemente lo sospecha.
Sus manos, acostumbradas por los años a su delicado amor, se mueven sobre el teclado con ligereza pareciendo volar. Sus dedos se mantienen en constante movimiento, intentando seguir la velocidad de sus ojos. A veces se dice a sí mismo que estos teclados modernos no son para él.
El teléfono lleva un rato sonando, pero él no es persona de tener prisas, le gusta hacer las cosas bien y se toma su tiempo. No es una costumbre, es tan sólo su forma de ser. Al otro lado suena una voz que le dice con alegría:

- ¡Baja ya de una vez macho! ¡Ya está! ¡Ya verás qué preciosidad, te va a encantar!
Mientras baja se siente orgulloso, ¡es "papá" de nuevo!

Al entrar le entregan cuidadosamente "la criatura", depositándola en sus manos. No importa el tiempo que haga desde la última vez, ni siquiera importa que nuevamente su corazón feliz dibuje una sonrisa de satisfacción en su rostro. El sentimiento se repite siempre. Da el visto bueno y el trabajo sigue adelante.

Su niña se cuela en su pensamiento, ahora ya no es como antes, los años pasaron trayendo y llevando a Alberto de puesto en puesto, pero ella sigue siendo la más importante. Es por eso que de vez en cuando vuelve a tocarla con aquella pasión, aunque la respuesta de ella no sea la misma, aunque ya no la escuche como hacía antaño. El olor, el tacto, el sonido y el placer de verla en acción, son sensaciones que permanecerán con él por siempre. Por eso le gusta cuidarla, mimarla y dedicarle un ratito cuando puede.

Pasa poco tiempo absorto en sus pensamientos, recuerda que aún queda trabajo por hacer, otras criaturas han de seguir el mismo proceso, ese que él disfruta con la misma ilusión aunque cambien las formas, aunque mejoren las técnicas, porque el principio y el fin siguen siendo iguales.

Sube a la oficina de nuevo con un café calentito en una mano y su nuevo hijo en la otra. Lo coloca en su librería particular, esa que acoge los primeros ejemplares de las primeras ediciones y vuelve con precisión a corregir los textos mientras se siente privilegiado.

No en vano tiene la suerte de leer los escritos que edita su empresa antes incluso de que tomen forma. Cuando pocas personas han podido disfrutar de leer los sueños, pensamientos, ideas, fantasías o reflexiones del autor, que encontró la manera de plasmarlos en palabras. Palabras que ellos transforman en libros.

Contento se dice que hoy subirá a visitar a su dulce niña en el museo, aquella que un día le dio un oficio. La empresa la cambió, dejó de usarse y pasó a ser una pieza de museo, pero él nunca dejó su linotipia del todo. En su corazón perdura aquella primera impresión. Recuerda perfectamente lo que experimentó cuando se la presentaron siendo él tan solo un chaval, fue tan especial, que ese sentimiento le ha acompañado siempre.
Podrá ser una locura, pero seguramente fue amor a primera tecla.

Thursday 20 May 2010

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN.

Todo sucedió una noche de Octubre. Nada me fascina más que contemplar la luna y la de aquella noche era preciosa. Se que pensé en ir a buscar mi cámara y hacer un par de fotografías, pero descarté la idea cuando me di cuenta de que en realidad no sería capaz de capturar su hermosura en todo su esplendor, aunque fuera luna llena. Capturarla de otra manera, no merecía la pena.

Hacía una noche estupenda para abrigarse y salir a dar un paseo por el pueblo, tal vez llegar hasta el parque del puente romano o simplemente perderse por las silenciosas calles que, en la época estival, acogían a los habitantes del pueblo hasta altas horas de la noche.

Dormía placidamente, cuando unos gritos me despertaron. Al principio pensé que era alguien en la calle y simplemente me giré tapándome la cara con la almohada, esperando que durase poco para poder retomar mis sueños. No era capaz de ubicar su procedencia y tampoco entendía qué era lo que se gritaba.
Después de media hora sin interrupción y casi despierta, por fin recordé que había oído aquellos gritos no hacía mucho tiempo, tal vez un par de meses. Eran una pareja, discutiendo. Que si esto no, que si eres esto, que si eres aquello. Horrible. Discutían acaloradamente y parecía una competición para ver quién gritaba más.

Busqué el móvil en la mesita de noche a tientas y toqué una de sus teclas para ver la hora. Eran casi las cuatro de la mañana. Me sentí afortunada de nunca discutir con mi marido, al menos no de esa manera, y me levanté. Fui al baño, me lavé la cara y, como estaba despierta, me acerqué a la ventana y me apoyé a escuchar. Solo se les escuchaba a ellos y no sé si sentí frío por los gritos y lo que se decían o porque era madrugada, pero igualmente me puse un jersey. No había otras luces encendidas, al menos en las casas que divisaba desde mi ventana. Las casas y sus habitantes se hacían los sordos, era mejor no preguntar, no indagar, no saber. Dejarlos gritar y esperar a que se terminara. Si supiera dónde viven iría a su casa y los pondría a parir, me dije. Mi cabreo aumentaba según transcurrían los minutos, podía dar por perdida la noche, de eso estaba segura. Pero porqué no se callaban, cómo era posible que sus vecinos cercanos no les dijeran nada.

Recordé que en mi móvil tenía guardado el teléfono de la policía local. Una tarde, regresando a casa, me había cruzado con uno de ellos que iba dando el teléfono a toda la gente que se cruzaba en su camino, anunciando que al fin el pueblo tenía un pequeño grupo de agentes, jóvenes del pueblo, que estaban dispuestos a ayudar en lo que necesitáramos. Nuevamente volví a dudar. Llamar o no llamar. Cruzó mi mente la idea de atravesar la calle, aunque fuera en pijama, y llamar a la puerta del guardia civil que se acababa de mudar a la casa de enfrente, pero ambas cosas me parecieron ridículas. Seguramente me dirían que me fuera a dormir y dejara a la gente en paz, que ya terminarían de pelearse. Para qué iba a buscar problemas o a darlos sin necesidad.

Así, perdida en mis divagaciones, escuché unos gritos de mujer que subían del barranco. Pedía auxilio, pude escucharlo claramente. Y suplicaba. Suplicaba, llorando, desgarrándose la voz, a quien quiera que le hiciera daño, que no le agarrase así, que no le hiciera eso, que dolía, y gemía y lloraba y gritaba. La ventana se me hizo pequeña y, si hubiera tenido alas, habría salido volando hasta encontrarla, hasta parar al maltratador. Entonces un extraño silencio inundó todo.


Estaba a punto de marcar el número de la policía cuando pude escuchar gritos de gente en la calle, sonido de sirenas, que supuse de la policía y tal vez hasta una ambulancia. Respiré tranquila, pensé que todo había terminado al fin y bajé a la cocina para prepararme un té.

La mañana siguiente al llegar a mi trabajo encendí el ordenador y mientras desayunaba, esperando que comenzara mi jornada laboral, busqué el periódico digital.
Uno de los titulares me dejó de piedra. Temblaba y no pude siquiera leer el artículo.
“Joven de 20 años mata a su madre con un cuchillo y agrede a otra mujer en la parada del autobús”.

Mi madre me llamó a media mañana para preguntarme si había escuchado algo. Después, al volver a casa, pude ver las manchas de sangre junto a la parada del autobús y la puerta de la casa con el precinto de la policía. Me sorprendió que la misma está justo al otro lado del pueblo. Aún se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo lo que en realidad ocurrió. Fueron los gritos de la mujer en la parada los que alertaron a los vecinos, mujer que no murió porque estaba acompañada de una amiga que la defendió y puso en fuga al agresor. A él le encontraron escondido en el parque, cerca del río, atemorizado y llorando. A su madre la encontró su pareja, cuando llegó a casa a eso de las 10 de la mañana, después de trabajar toda la noche, decapitada en el suelo de la cocina, bañada en sangre.

Creo que nunca más volveré a pensar que sería estúpido llamar a la policía por unos simples gritos. Violencia es violencia y nunca se sabe hasta que grado llega, sólo la persona que la padece y en este caso… tal vez ella podría haberse salvado. Es la pesada carga que compartimos todos sus vecinos. Estoy segura de que yo no fui la única que la escuchó aquella noche, aullar, suplicar y rogar, hasta su último aliento.

Tuesday 18 May 2010

PALABRAS DE UN AMIGO.

A veces pasamos por malos momentos, a veces duran más de lo que nos gustaría y de repente aparece alguien que no esperas e ilumina tu día. Te regala sus palabras, nacidas del corazón y te quedas sin saber qué decir...
A mí se me saltaron las lágrimas, he de reconocer, pues me llegaron muy adentro.
Especialmente su gesto.
Aunque ignoro si él leerá esto algún día, yo si quiero guardar sus palabras aquí y no en Extravaganzia donde él las colgó, para cuando necesite ánimos, volver a leerlas...
Tú si que vales Charlie!!

UNA VELA ENCENDIDA.

Mi amiga Eva estuvo ahí desde siempre. Pero hubiera dado igual que la hubiera conocido ayer. En el primer latido de su corazón ya me hizo entender que ese eco profundo donde reverbera su permanente risa es un pozo de sentimientos capaz de alumbrar cualquier noche oscura. Sobre todo esas oscuras noches del alma que nunca duermen hasta que amanece el día. Esas que escapan cuando su risa, como pertinaz centinela, ahuyenta con esa humildad que es tan grande que empequeñece cualquier soberbia.

Ya tardas.

Como alguien apuntó... efectivamente, me creció la sonrisa ;))

EN CASA DE MI AMIGA BITXI



Hoy por fín he podido dedicar un ratito a visitar a mi amiga Bitxi.
Ning amenazó con dejarnos sin su casita pero ella, brujita experta, rápido se ha buscado un nuevo rinconcito para acogernos a todos.
Un lugar donde seguiremos disfrutando de sus palabras, mágicas casi siempre, sentidas y vivas. Ella me ha regalado la imagen que ilustra estas letras.
Gracias Bitxi!!!!!!

Aquí su rincón:

http://lainmensidaddelanada.bligoo.es/

SIEMPRE

Hace ya tanto tiempo que te alejaste de mí que en ocasiones me pregunto si no fuiste tan sólo un hermoso sueño.

Una vez más vuelves a pedirme que te escriba… que no te deje sin mis palabras, que te cuente de mí. Sé que deseas que la distancia no me entristezca, sé que sufres cuando imaginas mi rostro surcado de lágrimas, sé que sabes que te amo, y sin embargo yo vuelvo a preguntarme para qué.

Dolía tanto recordar que fuimos uno, que vivimos cada hora que pasamos juntos como si fuera única, que cada instante contaba y cada momento era importante… que fue entonces cuando deseé no quererte más. No imaginas la de veces que pregunté a las margaritas del campo, o las nubes del cielo, incluso a las estrellas que jugaban traviesas con la luna, si no era el momento de arrancarte de dentro, si no había sufrido ya suficiente…

Mas siempre volvía a brillar el sol, a calentar mis mejillas y a besar mis labios con aquella dulzura que tú lo hacías y yo a recordar en esos momentos tus últimas palabras: “No importa la distancia, ni el tiempo… yo soy el sol que te ama y siempre que pueda, volveré a ti.”

Hoy escucho nuestra canción, mientras las palabras surcan el papel sin saber siquiera si llegarás a leerlas, y las dudas me asaltan de nuevo. Cuando esta carta llegue a tus manos, que sirva, al menos, para llevarte un último deseo que mantiene vivo este amor: Volver a mirarme en tus ojos, porque en ellos veo lo que no está escrito, de ellos siento, amor infinito.

A VECES...

-Las palabras nunca fueron su fuerte-me confiesa.
Me gusta agarrar su mano, sentarme junto a ella y acariciarla. Desde que recuerdo me ha encantado acompañarla, compartir sus silencios o escuchar sus historias.

-Amaba su trabajo, ¿sabes?-me dice con la mirada perdida.
Ella siempre había conocido el lugar que ocupaba en su corazón y a pesar de todo, seguía esperándole, sin llevar la cuenta del tiempo, sabedora de que tarde o temprano el volvería.
A veces me pregunto si, mientras se pierde entre los recuerdos, no piensa que tal vez sea hora de ir junto a él. ¡Le echa tanto de menos!

-No tenía sentido pelear, conversar era algo que apenas hacíamos... pero sentir, esa era otra historia-me susurra.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Quizás aquel fuera el secreto que los mantuvo unidos.

Una noche, en que regresaba agotado como siempre, ella se sentó a su lado y le preguntó si se había acordado de comer. Nunca entendió cómo, algo tan necesario, no era importante para él. Algunos días ni siquiera había bebido un simple vaso de agua.

Su respuesta fue otra de aquellas miradas que él le regalaba siempre que necesitaba excusarse sin encontrar las palabras. Una que decía: "así soy yo, ya me conoces".

Me cuenta hoy que fue entonces, aquel mismo día, cuando entre ellos nació otra de sus costumbres. Ya no era sólo ella, sino una cerveza fresquita y algo para acompañarla, quienes le esperaban cada noche en casa, fuera la hora que fuera.

ESQUIZOFRÉNICO

Arrastra los pies con pesadez. Camina sobre las baldosas, marcando una línea imaginaria que recorre arriba y abajo, igual que algún animal marino arrastraría sus ventosas sobre la arena del mar.
Fuma con avidez, intensamente, mientras su hermana se pregunta si no sería capaz, si pudiera, de comerse el cigarrillo. Está nervioso y apenas alcanza a comprender qué ha hecho que sea tan malo. Su otrora dulce y cariñoso hermano vive sólo en su recuerdo. No quedan lágrimas que derramar por el ser amargado y hostil que tiene frente a sí misma.
Esta vez no ha sido grave, no es que haya vuelto a pegar a otra persona, ni siquiera ha gritado a la gente por la calle, no ha escupido como otras veces incesantemente en un mismo lugar, ni se ha enfrentado a nadie… esta vez tan sólo ha roto, desbaratado y esparcido todos los tesoros de la niñez de su madre. La mujer que llora, desconsolada, cuando al fin la encuentra en su habitación.
Esparcidos sobre la cama están sus recuerdos. Aquella servilleta que bordó en el colegio, algunas fotos, entradas de cine, el cilicio que le regalaron las monjas y el escapulario de las Carmelitas al que tanto cariño tenía. Todo hecho añicos.
No puede dejar de admirarla cuando él entra de nuevo en el cuarto y le pide perdón. Es un vivir sin vivir. Un día a día agotador y extenuante encargándose de un hombre que siempre será un niño. Pero ella siempre tendrá un beso, una caricia o una sonrisa para él. Y es así como los recordará. Queriéndose a pesar de todo.

EL OCASO

Ha encontrado a su padre sentado en un viejo banco del parque. Cabizbajo y jugando con sus zapatos en la arena. Tal vez enfrascado en sus pensamientos o quizás dejando pasar el tiempo. La alegría del encuentro aleja los temores y calma su respiración.

El atardecer roba el brillo del sol y tiñe el cielo de rojizos cálidos y hermosos. Pesa tanto verle tan perdido que ella ni siquiera se da cuenta.

En un acto reflejo se estira, intentando darse ánimos a sí misma…deseando ser capaz de transmitírselos a él y se le acerca. Logra erguir su cabeza y sonriendo le mira y le habla. Siempre le habla con dulzura. Ha tenido suerte, él se acuerda de ella. No le resulta interesante el giro que pueda dar la historia esta vez, porque ya comienzan a ser demasiados.

Sorprendido, como si la presencia de su hija le devolviera a la realidad, se excusa de nuevo. Le cuenta que ha vuelto a perderse. Que se siente viejo y torpe. Tenía hambre y pensó que sería capaz de encontrar ese bar de la esquina con la cocinera regordeta. Pero no está. Ella no se molesta en explicarle que están en otra ciudad y en otro pueblo.

Le abraza y le promete que algún día le ayudará a encontrarlo. Se levantan y lentamente retoman el camino de regreso a casa. Mientras le acaricia con ternura asume que no será la última vez.

LA DOMINICANA.

Tania fue la última niñera que contraté en Santo Domingo. Todo lo que me había contado de ella, la persona que me la recomendó, me pareció cierto nada más verla. Una jovencita negra, de ojos oscuros y algo regordeta. Una mujer que simplemente por su color no tendría apenas posibilidades de una vida mejor en aquella extrañamente organizada sociedad Dominicana, donde los cargos, riqueza y poder van estrechamente ligados al color de la piel. Una clasificación puramente descendente comenzando por el blanco.
Tania pasó los primeros meses con nosotros creando su propia rutina. Siempre descalza y con su bata de rayas. Su día transcurría de su cuarto a las labores de la casa y el cuidado de los niños y de nuevo a su cuarto. Apenas nos hablaba y no le gustaba salir a la calle. Cuando su bonhomía le permitía conversar conmigo lo hacía sin mirarme a los ojos. Me frustraba el hecho de saber que en aquel país simplemente por ser europeo o americano eres considerado casi un dios. Pura entelequia para mí pero la realidad para los dominicanos acostumbrados a ser pisoteados sin rechistar. Por eso me gustaba tanto observar su felicidad de lejos. Un pueblo dominado pero aparentemente feliz.

Un día le comenté que regresábamos a España. La angustia transformó su cara y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas mientras susurraba que dónde iba a encontrar ella otra familia. Justamente el mejor recuerdo que tengo de Tania es la sonrisa de felicidad que se dibujó en su rostro cuando le pregunté si deseaba venir con nosotros.

PARA SIEMPRE

Hay cosas que ni el paso del tiempo cura, ni permite olvidar. Como lo que le sucedió al pequeño Daniel.
Ana entró en la habitación justo a tiempo de ver cómo Daniel caía sobre el colchón. Sus hijos saltaban aún sobre la otra cama. Ni siquiera se habían dado cuenta de nada. Carolina, parada junto al montón de juguetes, miraba hacia arriba.
Ni siquiera gritó, pensaba después. Nadie gritó entonces. Sólo cuando un par de gotas de sangre lograron resbalar, precisamente sobre su frente, la caja de los truenos se abrió.
-Estábamos en el salón, charlando, cuando escuché algo parecido a un gemido y por eso me acerqué hasta el dormitorio, creyendo que nuevamente tendría que mediar en otra pelea más-comentó Ana a su marido más tarde.
Marcela entró en el cuarto instantes después y se desmayó. La escena era totalmente absurda. Los niños gritaban, Carolina suplicaba que no se muriera su hermano y ella, con Daniel en brazos intentando mantenerle despierto, pateaba a Marcela tendida en el suelo intentando que volviera en sí.
Recordaría siempre la bofetada de pegajoso calor que les recibió al abrir la puerta, a los niños llorando y lo liviano que le pareció el pequeño.
Todo lo que sucedió después tampoco lo olvidaría…El vecino que los encontró en el aparcamiento, el guardia corriendo, los coches que pararon, la llegada al hospital, el médico, la espera, la llegada de los familiares, las lágrimas contenidas y la operación.
Daniel se subió a la litera de arriba para saltar y una de las aspas del ventilador metálico le había golpeado en la frente. El golpe traspasó el frágil hueso y llegó a la masa encefálica.
La imagen de su recién estrenada amiga, aferrada al féretro de su hijo durante el funeral, la perseguiría de por vida.

EL SECRETO

Se lo explicó con todo detalle. Les habló de aquella época y también de las guerras posteriores. Quería que se imaginaran que eran soldados, o quizás prisioneros, pero que sintieran lo que él había sentido mientras caminábamos por los túneles de los búnker que conectaban diferentes puntos estratégicos de Den Helder hasta llegar al fuerte. Napoleón, aquel señor francés que ellos conocían del colegio, lo había mandado construir sobre las dunas allá por el 1811. Prisioneros españoles, cerca de tres mil, y hombres holandeses lo habían construido bajo sus órdenes.

Buscábamos su tesoro. Eso les había prometido, que algún día se lo enseñaría. Era increíble que ellos recordaran aún aquella historia que les había contado medio en broma medio en serio un día desayunando. A mí me sorprendía el hecho de que él se situara sin problemas y narrase con tanta intensidad lo que él había experimentado siendo un niño. Pero sobre todo, debo confesar que lo que más me sorprendió fue descubrir que la historia era real.

Fui incapaz de salir de mi asombro cuando llegamos a un claro cercano a la playa y nos indicó que le ayudásemos a excavar junto a unos árboles. Pensé que era una broma pero, como en un sueño de niños, desenterró una pequeña caja de zapatos y en su interior pudimos descubrir insignias, trozos de telas de uniformes, viejas monedas, balas y hasta un puñal. Retazos abandonados de otras épocas. Creo que jamás olvidaré sus caritas, las miradas de admiración a su padre y su alegría, cuando juntos decidieron volver a enterrarlo y seguir manteniendo el secreto, ahora ya un secreto de familia.

SE LLAMABA LIS

Nos conocimos una primavera, rodeados de los ecos de bandurrias, panderetas y las voces de los amigos comunes, en las fiestas. ¿Lo recuerdas? El vertiginoso recorrido de mis ojos a lo largo de tus piernas me dejo ensimismado. ¡Eras tan alta! Recuerdo que pensé lo que debía ser sentir aquellas piernas, enfundadas entonces en unas alpargatas con cintas de seda roja, rodeando mi cintura. Tu mirada me dijo que provocabas y que eras consciente de ello. Yo ni pude, ni quise, dejar de responder a tu juego de seducción.

Especialmente disfrutaba cuando llegaba a casa y me recibían los aromas de tu receta de solomillo con boniato confitado. Sabía no sólo que comeríamos excelentemente, sino que el postre sería lo mejor. A veces jugabas a ser la Emperatriz Josefina, dueña y señora de Malmaison y yo me convertía en tu Napoleón.
— ¿Sabes?-me dijiste una vez pestañeando y sonriendo provocativamente.
— Ellos fueron muy felices en aquella casa. En sus fiestas el tubérculo, que ella cultivaba en su huerto, corría como el caviar entre los amantes por considerarse un estimulante de la pasión.
Yo simplemente te dejaba hacer. Me gustaba dejarme envolver por tus juegos y disfrutarlos.

El sexo era siempre una aventura. Tenías cientos de pequeños rituales que terminaban convirtiéndose en pequeñas pistas anunciando lo que estaba por suceder. Unas veces eran silencios, otras veces una sonrisa, a veces una caricia… eran tantas que finalmente perdí la cuenta pero jamás las olvidé.

Hoy vengo a despedirme. Ya ves que apenas levantarme de tu lado puedo. Es la última vez que te traigo flores. Hace días que vengo presintiendo que ha llegado la hora. ¡No sabes las ganas que tengo de volver a sentir tus besos y volver a decirte te quiero!
— Hasta pronto mi dulce Lis.

UNO MÁS.

El escándalo estalló la semana pasada. Fueron los periodistas los que comenzaron a revolver la mierda y no pararon hasta que todo el mundo en la ciudad lo supo.
Hoy ha regresado. Venía acompañada de ellos. ¡Pobre mujer!

Han llegado con sus cámaras, cables, micrófonos y artilugios, todos ellos ansiosos por captar el mejor instante, la foto más significativa, las mejores palabras.
Y yo me sigo preguntando para qué. Nada va a cambiar. No importa que el blanco de las lápidas esconda secretos, secretos de tumbas comunes, de enterramientos de hasta seis niños por agujero, de pobreza.

La gente no quiere conocer la verdadera magnitud de la miseria que los rodea. Da igual que los políticos se hagan los sorprendidos, que alguien desee cambiar todo. Los que de verdad quisiéramos hacer algo para cambiarlo, no sabemos siquiera cómo hacerlo, y los que pueden, simplemente no quieren. Sólo quieren rozar la miseria, descubrirse tocados por un momento, recordarse a sí mismos que son capaces de sentir y después… olvidar.

Cuando todo el circo ha terminado, ella ha vuelto a quedarse sola. Ha caído sobre la tierra que otrora acogió el pequeño cadáver de su bebé. Ha sufrido su ausencia. Ha maldecido al cielo y al zorro que escarbó la tierra, aún blanda y revuelta, para llevárselo. Una tumba apenas cubierta con un par de maderas, a la espera de algún cadáver más para completar la fosa común, y ha llorado sin consuelo.
Yo he dejado por un instante mi pala a un lado y he llorado en silencio. Por ella, por él… por todos.

EL JUEGO

Cuando hasta las olas dormían, ella acudía a sentarse sobre su roca.
Amaba el mar y le gustaba observar el reflejo de la luna y las estrellas sobre la superficie. Sentía el agua salpicando su cuerpo, tirando de ella con fuerza y a la vez percibía los olores de tierra firme que la transformaban.

A veces el horizonte se confundía con el cielo haciendo difícil descubrir donde terminaba uno y comenzaba el otro. Jugaba a contar estrellas y a cada estrella contada le soplaba un dulce beso y un deseo de su corazón. Su risa se escuchaba entonces en los más insospechados rincones…
Cuando los amaneceres pintaban de rojo el firmamento y los primeros rayos de sol alumbraban el día, ella regresaba a casa.

A él le gustaba visitar de vez en cuando aquel rincón retirado de su costa. Aparcaba su coche y se sentaba sobre la verde hierba para fumarse un cigarro y relajarse.
Estaba seguro que no eran locuras suyas y que, de vez en cuando, el mar le regalaba el eco de una risa que le embargaba.
No hubiera podido explicar cuánto disfrutaba de aquellos momentos en soledad.

Muchas veces le había parecido imaginar que una hermosa sirena le sonreía desde aquella roca que tanto le atraía y que más bien parecía ser un pedazo de estrella caído al mar frente a la costa, abandonado en la inmensidad del océano.

El silencioso amanecer, su belleza y la luz del sol le acompañaban hasta que regresaba a casa.

Pero un día, sus miradas se cruzaron y él supo que ella era real y ella que él existía.

Y desde entonces, cada noche, ninguno de ellos faltaba a su cita, conversaban con las miradas, confesándose sus deseos con el pensamiento e imaginando que estaban juntos.
En ocasiones les parecía que eran capaces de amarse y disfrutarse mutuamente.
Aquellos escasos instantes que la realidad los unía, olvidaban la irrealidad del juego que los envolvía.

LA MARIONETA / LUPITO Y LUPITA

Jorge era un niño especial, de regordetas y torpes manos, dulce mirada y un espíritu inquieto. Aunque no eran aquellas sus cualidades más importantes.

El payaso Luís llevaba mucho tiempo trabajando en aquel lugar, era su manera de hacer felices a los demás en sus horas libres y la felicidad que él recibía a cambio hacía que todos los sacrificios merecieran la pena.

Luís y Jorge se cayeron bien desde el primer momento. Luís notó alucinado, el día que sacó su pequeña marioneta Lupita del bolsillo de su bata de colores, lo feliz que era Jorge al verla. Aquel se convirtió en el momento más esperado por los dos.

Lupita era tan solo una pequeña bolita tejida, sin mucha forma, de diversos colores y rellena de algodones que Luís solía usar en sus juegos locos con los niños ingresados en el hospital.

Un día se acercó a Jorge y extendiendo la mano con Lupita en ella le dijo:
- Toma compañero. Es para ti, para que tengas fuerzas y te acompañe. Ella sabe que te curarás.
Jorge asombrado respondió: -Yo te voy a hacer otra marioneta para que puedas jugar con los otros niños. ¡Gracias Luís!
Y Luís conmovido respondió:
-Esta bien, sorpréndeme, pero recuerda: Tiene que ser especial, ¡usa tu imaginación!

Y así fue como el espíritu de aquel niño de tan sólo 9 años envuelto en el torbellino de la enfermedad comenzó a surcar nuevos mares con nuevos horizontes.

Se terminaron los lloros y lamentos, las rabietas y el mal genio…atrás habían quedado los juegos en el jardín, los paseos por el parque, las carreras con los amigos, las chapas y las canicas... ya no pasaba su tiempo triste envidiando a sus amiguitos.

Sus padres y los médicos estaban sorprendidos, por primera vez permitieron que la luz de la esperanza los embargara a todos y maravillados comentaban cómo era posible que algo que las medicinas hasta entonces no habían logrado, lo estuvieran logrando cosas tan simples como pedazos de cartón, hilos, cartulinas, maderas, tijeras, pegamento y lápices de colores desparramados por la cama de Jorge. Se estaba curando.

Sucedió si, especialmente rápido, porque lo deseó con todas las fuerzas de su corazón. Igual que deseaba volver a ser un niño normal. Igual que deseó regalarle a Luís la marioneta más bonita que jamás hubiera tenido el día que saliera del hospital para que otros niños encontrasen la manera de volver a sonreír.

Por eso, para sorpresa de todos, Luís el payaso lloró conmovido cuando la pequeña y regordeta mano de Jorge le entregó a Lupito, instantes antes de marcharse, tras casi 5 meses de feroz lucha contra su enfermedad, en compañía de sus padres.

Saturday 15 May 2010

LA TENTACIÓN

Llegó temprano al evento, le había buscado durante tanto tiempo que le parecía mentira que la vida le diese aquella oportunidad.

Mar no pretendía siquiera hablar con él, tan sólo quería mirarle a los ojos, sonreír y marcharse, dejarle saber que le había descubierto.

Contaba con la ventaja de que él si tenía imágenes de ella, pero para ayudarle en caso de que el tiempo las hubiera borrado de su memoria, vestía una mini falda negra y aquella blusa blanca que convertía su escote en un canalillo infernal. Si no era capaz de recordarla por su cara, estaba segura de que sus pechos si lograrían que él la identificara sin lugar a dudas.

Sintió su presencia en la sala a pesar de estar llena de gente en cuanto entró, aguardó a tenerle lo suficientemente cerca y entonces se giró, le miró a los ojos, sonrió y justo cuando él supo quien era ella, se marchó.

Satisfecha se dirigió a la estación y tomó el primer autobús con dirección a Madrid, volvería a casa y terminaría de enterrar todas aquellas locuras.

Tomó asiento en la última fila del autobús, le encantaba porque era donde tenía que compartir espacio con el menor número de personas, casi siempre nadie, ya que la última fila poca gente la quería.

Seguramente por eso no se molestó en levantar los ojos del libro que ávidamente leía para mirar a la persona que se sentó a su lado. Se sintió incómoda, excitada y por alguna extraña razón no quería ni moverse. Estaba perdida en sus pensamientos cuando escuchó:

-Princesa, siempre dije que eras una gran detective.

No necesitaba mirar, a pesar de no haber escuchado jamás su voz, sus palabras le confirmaron que él la había seguido y que ahora estaba allí, a su lado. Cerró los ojos y por un momento se dejó llevar por todas las fantasías y sueños que ambos habían interpretado durante tanto tiempo en su cabeza. No podía ser cierto.

Pero lo era, sintió su mano recorrer sus piernas, sintió el deseo en su respiración y sin saber de donde sacó fuerzas para mirarle a los ojos y encontrarse con su mirada burlona, provocadora y aquella sonrisa diabólica que había sido su mayor tentación en tantos y tantos sueños húmedos.

-Uhmmmm estás empapada…
Susurró el, mientras Mar sentía sus dedos entre sus piernas.
-Eres un jodido capullo.
Acertó a escupirle al tiempo que sin poder evitarlo sentía como él la levantaba de su asiento.

Lo que a continuación sucedió se hizo eterno, aunque fueron apenas instantes, los pocos que él necesitó para liberarse medianamente de sus pantalones y dejar al descubierto las ganas que tenía de ella. Sus fuertes manos guiaron sus caderas hasta que quedó sentada sobre él, mirando al frente y completamente entregada.
Las ansias de ambos se unieron, sus ritmos agitados se hicieron uno y cuando él estalló en su interior ella sintió oleadas ardientes de placer que desataron sus mares internos regalándola un orgasmo inolvidable.

Tal como la había levantado, la devolvió a su asiento, se recompuso, la miró sonriente y le susurró al oído:
-Por mi, puedes venir a visitarme siempre que quieras, será un placer ceder a la tentación contigo.

Y se levantó, para bajarse en la siguiente parada.

Mar simplemente se acomodó en el asiento y se entregó a los brazos de Morfeo, para seguir en sueños disfrutando de aquella jodida tentación que era él y que la había llevado aquel día, tan lejos de casa.

LA REALIDAD.

Encogida sobre sus rodillas no quiere mirar hacia arriba. Tapa inútilmente su cabeza con ambas manos, como queriendo protegerse de los tremendos golpes. Intentando en vano evitar lo inevitable, sin dejar de preguntarse una y otra vez porqué. No termina de comprender su dura realidad.



Mientras, las endiabladas palabras que escupe por la boca la bestia en que se ha convertido la persona que más quiere, destrozan sus oídos calándole hasta el alma. Es cierto que pasa sus días escuchando constantemente que es una inútil, que no sirve para nada, pero la pequeña comienza a discernir lo que está bien de lo que está mal y esto no le parece que esté nada bien.



Una minúscula partícula de polvo se le antoja quizás la criatura más afortunada del planeta. Ellas siempre vuelan libres y nadie les presta atención. A pesar de conocer el ritual, anhela vez tras vez un cambio de recorrido, un ínfimo desvío en el mortal viaje de las palabras a las profundidades de su ser. Ni siquiera es capaz de imaginar que en el futuro, cualquier pequeño detalle violento será capaz de revivir dentro de ella todos estos sentimientos.



Atrapada en la tela de araña de su propio destino y sin escapatoria, deja las lágrimas rodar. A pesar de ser la única manera que encuentra de consolarse, intenta hacerlo en silencio. Sabe que debe ser así, no necesita nada para comprender las consecuencias que cualquier gemido podría tener. La agresora sigue golpeándola presa de una locura descomunal y un descontrolado e insano placer. Piensa irónicamente que le debe de gustar, sino, no tendría sentido provocar tanto dolor solamente porque si.



Lamentablemente lo que realmente hace que dude si quizás sí lo merece son las caricias que recibe de ella minutos después, pidiéndole perdón, intentando explicar lo que acaba de suceder y prometiendo vez tras vez que no lo volverá a repetir. Es en ese justo momento cuando le dice que la quiere.



Tumbada en su camita, intentando dormir para que su cuerpecito tenga, aunque sea, un rato de paz y deje de dolerle, se promete solemnemente que mañana se portará mejor todavía, con la esperanza de que aquello nunca se repita.

Friday 14 May 2010

LA FOTOGRAFIA / CARTA A MI PADRE

Querido papá:

Creo que son innumerables las veces que he intentado plasmar en palabras aquel instante de mi vida.

Un momento, solamente eso, pero que me ha servido de guía tantas veces que aún no he encontrado la manera de darte las gracias por ello.

Con las manos vacías, los ojos anegados en lágrimas, el corazón inundado de felicidad y temblando… así me dejaste tras tu última visita.

Perduraba aún, fresca cual rocío, tu voz en mi interior, aquella que tiernamente días atrás me había recordado que jamás debía olvidar sonreír, que todo tiene solución salvo la muerte y tu reiterado te quiero.

Temblaba porque ¿Cómo iba yo a imaginar, siquiera esperar, verte allí, en aquel rinconcito de mi pequeña habitación a esa hora de la madrugada? Yo que lloraba desconsolada y te sentía tan lejano a mí…

Delante de mí, vestido como el día que me acompañaste al aeropuerto, me sonreíste, y yo tardé varios segundos en darme cuenta de qué sucedía. ¿Era un sueño? Pero al ver a mi marido durmiendo junto a mí, supe que no lo era, sin importar el motivo estabas allí, a mi lado, viniste a mí.

¿Acaso importa que tus últimas palabras fueran de consuelo, que me pidieras que no llorase, que me asegurases que estabas bien, que ya no sufrías, que no te dolía?

Y luego te marchaste, así como por arte de magia, como un objeto que yo intentaba inútilmente capturar para el resto de mi vida en mi memoria y que se esfumó sin poder hacerlo.

Asustada, incrédula, sorprendida y presa del pánico desperté de los gritos y los llantos a mi marido, que no llegó a escuchar mi relato entero porque fui interrumpida por el teléfono.

Es tu madre, me dijo desde el salón, y no necesité escuchar lo que ella tenía que decir, porque tu acababas de venir a despedirte y ella no pudo, ni puede, ni podrá creerme, ni entiende cómo fue posible que al contestar el teléfono yo le dijera: Ya lo sé mamá. Intentaré llegar lo antes posible a Madrid. Por favor, no le enterréis sin mí.

El tiempo ha hecho que nunca sea capaz de recordar la fecha exacta, aunque sí recuerdo que faltaban dos días para tu 52 cumpleaños. Porque tú hiciste que yo jamás olvide aquellos días en Madrid.

¿Recuerdas que me llevaste a tu tienda de caramelos favorita, tu teatro preferido o tu antiguo barrio? ¿Lo presentías verdad? ¿Porqué sino me diste las gracias por haber viajado a visitaros antes de tu operación, y te empeñaste en que te dejaran salir del hospital los médicos para caminar agarrado de mi mano por nuestro Madrid? ¿Porqué sino después de tantos años enfermo te arriesgaste así?

Hoy he leído de alguien que hay imágenes imprescindibles en el álbum de la vida, tú eres una de ellas para mi, igual que aquel instante en que viniste a mí, la mejor fotografía de mi vida, la única que no conseguí.

Te quiero,

Eva

LA MAGIA DE LA ONDINA

La Ondina mira silenciosa su reflejo en el lago. La luna llena se baña en sus
aguas acompañada de cientos de estrellas que conviven con ella en el firmamento.
Se lamenta de su soledad mientras peina su larga melena verdosa colocando algunos mechones tras sus puntiagudas orejas y cuidadosamente se hace una trenza atándola con un puñado de flores que reparte por su pelo. De todas las Ninfas ella es afortunada pues tiene la capacidad de respirar aíre o agua y se mueve sin problemas por ambos elementos.
Ahora no le apetece bajar al fondo del lago donde reposan los restos de los seres que de ella se prendaron. Nada le divierte más que extraviar a los viajeros en complicidad de la bruma y atraerlos al lago donde, ayudada de las corrientes que para ese fin crea, los hunde. Son tantas y tantas las veces que sus travesuras la hicieron feliz que hasta ha perdido la cuenta. Unas veces transformada en una hermosa doncella en apuros, otras veces en un indefenso animal, pero al final todos terminan cayendo en su trampa. Permanecen después eternamente a su lado en las profundidades de su hogar.
Escucha ruidos a lo lejos y se sumerge en el lago, ha decidido esperar pacientemente a que el viajero llegue a refrescarse en sus aguas y poder observarle. Hoy está perezosa y esto le dará tiempo para decidir qué hacer.
El viajero se acerca al agua y se sienta sobre una piedra. Agotado suspira y en silencio alcanza su mochila para comer parte de las provisiones que aún le quedan. En realidad alimenta su cuerpo por pura necesidad porque su alma la alimentan esos momentos de soledad en que puede disfrutar de las maravillas de la naturaleza sin nadie que le moleste. Qué inmensa grandeza y qué poco somos nosotros comparados con ella, piensa mientras se acerca al lago y cuidadosamente y con delicadeza, como temiendo romper la quietud de las aguas, levanta con las palmas de sus manos un poquito del cristalino líquido para refrescar su cara.
La Ondina experimenta el acercamiento del viajero y la intromisión de sus manos en su hogar como una suave caricia y se queda observándolo.
El viajero mira las aguas, se siente atraído por ellas. Ve unos ojos azules profundos que le devuelven su mirada. Mueve la cabeza, debe estar cansado, asevera, se le hace imposible lo que acaba de ver. Perdido en sus pensamientos escucha pasos acercarse y extrañado mira fijamente al lugar del que proceden, para incrédulo descubrir frente a sí una hermosa dama que se acerca a él. Ella le mira y él reconoce la mirada que acababa de atrapar su corazón en el reflejo del lago en los ojos de la recién llegada. La dama sonríe y el viajero se rinde ante la magia de la sonrisa.
La dulce Ondina acaba de enamorarse y ni siquiera es consciente de ello. Ya no hay marcha atrás, no volverá a su hogar en las profundidades del lago.
Es el secreto del destino de las Ondinas, sólo cuando se enamoran de verdad obtienen el alma, es cierto que junto al amor descubrirá el dolor y el sufrimiento, pero ni eso le quitará la alegría. Porque nadie dijo que el sendero del amor fuera un camino de rosas pero es un camino que merece la pena ser andado al lado de la persona amada.

SU MOMENTO.

Una lágrima recorrió su mejilla, mientras la veía avanzar hacia él. La esperaba ansioso. Estaba preciosa. Su madre, junto a él, parecía orgullosa y feliz.

Alberto recordó por un momento el día que le había pedido a Luisa que se casara con él. Fue una fría tarde de invierno, mientras veían una película de las que a ella le gustaban. Terminaron saltando en el sofá, revolcándose por el suelo, riendo y gritando, rodeados de cáscaras de pipas y palomitas que se habían esparcido por todo el salón, mientras él le ponía el anillo en su diminuto dedo. Un buen pensamiento que dibujó una sonrisa en su rostro.

Luisa, huérfana de padre, no había tenido tiempo de encontrar su príncipe azul.
Alberto, apuesto y simpático, no recordaba cuando había renunciado a tener novia. Pero todo cambió cuando se conocieron en la residencia en la que ambos estaban ingresados temporalmente.

Ella había estudiado para abogada. Al menos lo intentó, pero la anorexia entró en su vida durante el último año de carrera y el destino le regaló un trastorno de personalidad extrema. Alberto quería ser profesor de gimnasia. Hasta que una pastillita, una fatídica noche de parranda con amigos, le ató para siempre a una esquizofrenia.

Nadie apostaba por ellos. Todo el mundo pretendía saber qué tenían que hacer y cómo debían vivir su vida, todos intentaban convencerles de que era un error, pero ellos si apostaron por su historia. Locos ellos, se propusieron ser felices.
No era un camino fácil, pero al menos era el que ambos habían elegido.

Cuando Luisa llegó frente a él, y se agarraron de las manos, su amor llenó la iglesia y sus familias fueron testigos del inicio de su nueva vida.

Saturday 8 May 2010

PUNTO DE INFLEXIÓN

La primera vez que vio el Larimar, Nelson era apenas un niño, y se sintió inmensamente feliz ante la posibilidad de trabajar para mantener su recién estrenada familia. Su mujer y su futuro hijo eran todo para él.

La mina no era más que un intrincado laberinto de túneles, abiertos en los abismos de la Sierra Bahoruco, sembrados de primitivas escaleras por las que descendían a diario los trabajadores. Jóvenes, haitianos en su mayoría, vestidos con apenas un pantalón, descalzos y desprotegidos que se arrastraban hasta lograr arrancar pedazos de la veta escondida en las entrañas de la tierra. Pedacitos bañados de sudor y lágrimas, azules como el cielo, que aumentaban su valor cuanto más intenso era su tono.

Todos los días había que encender el compresor para airear los túneles y esperar al menos seis horas para que expulsara del mismo los mortíferos gases. Nelson siempre peleaba, avisando a los muchachos que, si no respetaban los tiempos, llegaría el día que un puñado de ellos no volverían a ver la luz del sol.

La última vez que vio el Larimar, adornando en forma de lágrima los ataúdes de un gran número de compañeros, lloró. La rabia y la impotencia se convirtieron en congoja y apenas le permitían respirar. Fue entonces cuando Nelson decidió que ya había tenido suficiente.

VIDA

AYER
Se me escapa entre los dedos, como si fuera algo palpable, y la siento evaporarse. No quiero pensar en ello, quizás por eso me he acostumbrado a imaginar mi propia realidad. Las blancas paredes se transforman en lo que yo quiera, las batas verdes no me molestan y los tubos cuajados de mi roja sangre son simples mensajeros que confesarán mis secretos.

HOY
El cielo azul y los verdes campos son bellos refugios donde recordar que en realidad no somos nada. Siento el césped bajo mi cuerpo y me relajo contando las nubes allá arriba donde sé que el universo apenas comienza. Sueño despierta y pinto con la mirada el contorno de una nube con forma de flor. Imagino ser pájaro, o ráfaga de viento, y volar libre en el firmamento.

MAÑANA
Continúo escribiendo el libro de mi vida. Verde esperanza late en mi corazón mientras pienso que, cada segundo de más, es un regalo y, cada segundo vivido, un tesoro.

SALMA Y SAMI

Salma, envuelta en vaporosas telas, ríe y danza bajo la luz de la luna. Las cálidas dunas del desierto, cercanas al oasis del campamento que la vio crecer, esconden su secreto.
Adora tumbarse en la arena. Por instantes se pierde, contemplando extasiada la inmensidad del mundo. Se siente una ínfima partícula en completa compenetración con el paisaje que la rodea, mientras soñadora, observa las estrellas.

Escondido, Sami la observa embelesado. En algunas ocasiones le ha parecido que sucedía algo mágico, tal vez un sueño…la distancia que los separa parece desaparecer y cree sentir la tersura de la piel morena de Salma al roce de su mano. Dibuja distraído su cuerpo en la arena cuando en sus ratos de soledad ella se cuela en su mente. Su mente, ese lugar donde no importa el tiempo ni el espacio y él es libre para disfrutarla siempre que quiere.

Ella se cuenta a sí misma, que debió ser bruja en alguna de sus otras vidas, desde que sintió la necesidad de escapar bajo el influjo del deseo.

Él se cuenta a sí mismo, que debió ser ladrón en alguna de sus otras vidas, desde que la idea de secuestrarla y perderse en el desierto con ella le ronda la cabeza.

Sami jamás podría reconocer ante nadie que realmente se aman en silencio, cómplices, compartiendo sueños, cuando la luna adorna el cielo y sus cuerpos se convierten en uno.

Salma jamás podría reconocer ante nadie que realmente sus escapadas comenzaron poco después de que él llegara al oasis. Igual que tampoco reconocería jamás que la primera vez que se escapó se aseguró de que los ojos de Sami la siguieran

EL ÉXITO

- Este pueblo nunca cambiará Felipe. Viejas chismosas y gente con mucho tiempo que perder, ¡me cago en la sota de bastos!

Entra Julián en este momento por la puerta con el pan recién comprado, huele delicioso. El portazo ya no me sorprende. Yo le quiero igual. A pesar de que su humor últimamente no es el mejor. Aunque no deja de intentar seguir con su rutina ya ni sus viajes a la panadería parecen gustarle, no regresa con la alegría que lo hacía tiempo atrás.
Me acerco a él y espero paciente a que parta un trozo de pan y me lo regale.

- Ayyy Felipe, ya ni Rosita quiere hablarme. ¿Qué culpa tendré yo? Yo sólo quiero portarme bien y que no le hagan daño. No meterla en líos y mantener su buen nombre, pero ni ella atiende a razones. ¡Leches! no puedo evitar añorar aquellos días en que la visitaba y me sonreía, con los ojos brillantes y alegres. Es que sólo había que verla menearse detrás del mostrador…
¡Qué recuerdos! Desde que nos descubrimos un día cualquiera de esos que yo fui a su tienda a comprar el pan ya nada fue igual. Nuestros ratos de gozo a escondidas eran increíbles. Dos mozos, Felipe, igual que dos mozos estábamos de felices. Pero luego tuvieron que llegar todas estas gentes de mentes estrechas y estropearlo todo…

Mientras devoro el pedazo de pan que acaba de regalarme le observo moverse por la vieja casa refunfuñando. Está enfadado. Enciende la chimenea y continúa maldiciendo a estos y aquellos, a la vieja de la esquina y hasta al párroco del pueblo.

- Menudo éxito el mío Felipe. Ahora tengo fama de cabrón o de gilipollas, el caso es que no sé cuál es peor. Yo viudo, ella viuda y no nos pueden dejar en paz.

Acaricia mi cabeza, el último cigarro encendido queda olvidado a medias en el cenicero, sentado en su vieja silla, parece dormitar. Yo sé que está pensando. Su mirada perdida y el silencio acompañan el vaivén acompasado de la mecedora.

Al rato se levanta y fiel salgo con él a la puerta, la garrota y la chaqueta le acompañan en su salida. Me recuesto sobre mis patas junto a la gran piedra al frente de la casa a esperar su regreso. Una última caricia y le escucho decirme:

- ¿Sabes qué Felipe? A la mierda toda la gente. Voy a devolverle la sonrisa a mi Rosita.

Friday 7 May 2010

POEMAS PASADOS



LEVEDAD


Aún si efímero, sentido,


aún si leve, querido,


aún si caduco, vivido



Es el roce de tu mano,


la suavidad de tus labios


o la dulzura de tus palabras



Como el amor de tu mirada,


el calor de tu abrazo


y la voz de tus silencios



Aún con principio y fin,


con sentida intensidad


vivirán siempre en mi



Dos almas unidas


por la levedad de la vida


para la eternidad.



DESEOS


Que se pare el tiempo


sentirte cerca y acurrucarme en tu cuerpo,


que no exista nada


perderme para siempre en tu mirada.



Ni dias, ni horas, ni minutos


sólo besos, abrazos, sentimientos,


sentir tu deseo y cerrar mis ojos


unidos siempre, nosotros solos.



Que se pare el tiempo


amanecer unidos, despidiendo a la luna,


que no exista nada


recibir felices al sol en el firmamento.



Porque me quema mi anhelo,


porque si ti, yo muero,


porque decirte te quiero,


es mi deseo sincero.




DELEITES


Son tus ojos


los luceros


que confiesan


tus deseos…



Tus manos


sensuales guías


en el sendero


del placer…



Tu boca,


cálido rincón,


donde humedecer


mi pasión…



Tu cuerpo,


el dulce manantial


donde saciar


mis deseos.




MORDISCO


Palpitante reloj


abstraido del tiempo


en pálida tarde


del inmenso cielo.



Acecha la luna,


acorralada entre estrellas,


despierta mi cuerpo


me transforma en esclava.



Intenso delirio


de oscuro crepúsculo


me inunda y abrasa


cual sello eterno



Grabado a fuego


así siento el bocado,


de un pedazo de mi alma,


que tu mordisco ha robado.