Tuesday 18 May 2010

EL OCASO

Ha encontrado a su padre sentado en un viejo banco del parque. Cabizbajo y jugando con sus zapatos en la arena. Tal vez enfrascado en sus pensamientos o quizás dejando pasar el tiempo. La alegría del encuentro aleja los temores y calma su respiración.

El atardecer roba el brillo del sol y tiñe el cielo de rojizos cálidos y hermosos. Pesa tanto verle tan perdido que ella ni siquiera se da cuenta.

En un acto reflejo se estira, intentando darse ánimos a sí misma…deseando ser capaz de transmitírselos a él y se le acerca. Logra erguir su cabeza y sonriendo le mira y le habla. Siempre le habla con dulzura. Ha tenido suerte, él se acuerda de ella. No le resulta interesante el giro que pueda dar la historia esta vez, porque ya comienzan a ser demasiados.

Sorprendido, como si la presencia de su hija le devolviera a la realidad, se excusa de nuevo. Le cuenta que ha vuelto a perderse. Que se siente viejo y torpe. Tenía hambre y pensó que sería capaz de encontrar ese bar de la esquina con la cocinera regordeta. Pero no está. Ella no se molesta en explicarle que están en otra ciudad y en otro pueblo.

Le abraza y le promete que algún día le ayudará a encontrarlo. Se levantan y lentamente retoman el camino de regreso a casa. Mientras le acaricia con ternura asume que no será la última vez.

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