Monday 5 November 2012

Hay Médicos y médicos...

Hoy hace trece años que la vida me hizo un gran regalo, nació mi hijo pequeño. Desafortunadamente hay recuerdos que empañan ese maravilloso momento. En mi primer embarazo tuve problemas a las 35 semanas y tuvieron que inducir el parto, mi hijo mayor, Miguel, nació en Bélgica y en un hospital público donde tuve el mejor nefrólogo que he conocido hasta la fecha.
Todo trascurrió sin problemas y no sufrí nada ya que programaron todo, hasta la epidural. Mi papá solía decir que nunca nos dejásemos tocar los quistes, que a mi abuela habían intentado “ayudarla” pinchando los quistes del riñón en su época para ver si así la poliquistosis mejoraba y  eso le había traído muchísimas consecuencias, ninguna buena. Siempre decía que no se pensaba dejar abrir, ni tocar, ni experimentar por ningún médico y supongo que aquellas palabras suyas siempre las tuve muy presentes.


Dicen que la mejor manera de aprender las cosas es sufrirlas y aquel día se quedó conmigo para el resto de mi vida por otro motivo.
El caso es que cuando nació Daniel, nosotros estábamos recién trasladados a Buenos Aires y yo no tuve más remedio que ir a un ginecólogo que me recomendaron en el trabajo de mi marido.
Muy bueno, con muchísimos años de experiencia y de una clínica que costaba un ojo de la cara y que gracias a Dios mi seguro privado cubría.
Para mi sorpresa el ginecólogo me dijo que la clínica no contaba entre su personal con un nefrólogo. Así fue como quien me atendió en Buenos Aires junto con mi ginecólogo fue un cardiólogo fascinado con la enfermedad renal y que estudiaba para ser nefrólogo.

Cuando a las 35 semanas de nuevo mi embarazo comenzó a dar problemas pedí que me indujeran el parto, como con el mayor y para mi sorpresa se negaron. Al parecer no había otra opción que la cesárea. Me prepararon y me bajaron a quirófano a medio día, eran casi las seis de la tarde cuando el médico me dijo que iba a sacar a mi hijo y yo no podía ser más feliz. Estaba tranquila, todo iba bien y yo me moría de ganas de verle la carita a mi bebé.
Mientras miraba a mi bebé y pensaba en cuánto se parecía a su abuelo un dolor horrible me recorrió entera, como si me hubieran clavado un cuchillo y no pude evitar dar un grito tremendo.
Retiraron a mi hijo y escuché a los médicos hablar, cuchichear más bien:
-colócalo, rápido, rápido
-denle anestesia, duérmanla

Y al ginecólogo, para tranquilizarme supongo, no se le ocurrió otra cosa que asomar la cabeza tras la sábana que separaba mi cuerpo de mi vista y que me evitaba enterarme de qué estaba sucediendo y decirme:
-Tranquila, enseguida terminamos… sólo hemos tocado el riñón un momentito para observar los quistes y el tamaño.
No se si hace falta que explique lo que sentí y pensé en aquel momento. Imaginé en un par de segundos de todo, mientras me retorcía en la camilla, gritaba y mordía, escupía y no les dejaba ponerme la mascarilla con anestesia.
Entendí entonces porqué me habían atado los brazos a unas barras agregadas a la camilla y me asusté.
Lo único que quería era salir de allí, ver a mi marido y estar con mis hijos.
Mientras me imaginaba sedada y ellos estudiándome a su antojo y a mi familia le decían que estaba muerta. Me imaginaba cosas horribles y por un instante pensé que me daría cualquier cosa.
Nunca jamás me alegré tanto de ver unas luces de hospital como las que recorrí en el pasillo del quirófano a la zona de recuperación.
Para cuando llegué a la habitación estaba tan asustada y tan drogada que mi marido no entendía lo que me pasaba y tampoco el motivo por el que entre sueños le suplicaba que no me dejara dormir. Me negaba a cerrar los ojos, por si volvían a buscarme.

Recién al día siguiente pude contarle lo que me había pasado, para entonces tenía a mi pequeño en la incubadora intentando salir adelante y mi vida tenía un nuevo sentido.
Con mis 24 años ni se me ocurrió pensar en denunciar ni protestar… lo único que hice fue ponerme bien lo antes posible, salir del hospital y dedicarme a mi recién ampliada familia.
Tal vez por eso aún a día de hoy siempre tengo sentimientos encontrados en esta fecha.
Al menos tengo algo claro, valió la pena.

1 comment:

  1. Buenas tardes Eva, las personas no tenemos conciencia de lo mucho que podemos resistir, pero en el caso tuyo concreto viviste una historia que te magnifica como persona pero especialmente como madre.

    A medida que voy conociendo hechos que han transcurrido en tú vida, interpreto que eres una persona con fuerza de voluntad, de persistencia y de lucha y esto se ve reflejado en tú rostro. Un rostro que desprende alegría, estabilidad emocional, actitud mental positiva, en definitiva, felicidad, porque la felicidad no es ausencia de problemas, sino la habilidad de salir adelante con ellos. Mis felicitaciones por todo ello. Saludos!!!

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